
Pekín declara la guerra a las emociones negativas
La nueva campaña de la Administración del Ciberespacio extiende la censura a las emociones. Quienes denuncian las divisiones sociales y el malestar de una generación sin futuro están siendo atacados.
POR ANDREA FERRARIO
El 22 de septiembre, la Administración del Ciberespacio de China anunció una nueva campaña de "limpieza y claridad" (qinglang) con el objetivo declarado de "rectificar el problema de la incitación maliciosa a emociones negativas". La declaración identifica cuatro categorías de contenido que deben eliminarse de internet: incitación al antagonismo extremo entre grupos, promoción del pánico y la ansiedad, incitación a la violencia y la hostilidad en línea, y amplificación excesiva del pesimismo y la negatividad. A primera vista, podría parecer una iniciativa más para combatir la desinformación y el discurso de odio, fenómenos que afectan a muchos gobiernos, pero la realidad es diferente. La nueva campaña supone un salto cualitativo en el control social y refuerza la censura existente contra las opiniones políticas explícitas y las críticas al Partido Comunista, extendiéndola a la expresión de sentimientos ampliamente compartidos entre la población. Aspectos como la frustración por las dificultades económicas, la ansiedad por el futuro o el malestar existencial de una generación sin perspectivas se están convirtiendo en blanco de la represión administrativa.
La campaña tiene su propio contexto. Unos días antes del anuncio, la agencia estatal de noticias Xinhua publicó un informe que acusaba a Estados Unidos de librar una "guerra cognitiva" destinada a "colonizar las mentes" de los ciudadanos chinos y de otros países. Según el documento, la infiltración ideológica occidental está socavando la estabilidad social mediante la difusión de narrativas pesimistas y conflictivas. Este marco conceptual proporciona la justificación teórica para la intervención represiva, sugiriendo que las emociones negativas no son reacciones auténticas a las condiciones de vida, sino el resultado de influencias externas a la dinámica social interna. Cuando la realidad empírica contradice la narrativa oficial de una sociedad armoniosa y en constante progreso bajo la guía científica del Partido, la disonancia se atribuye a fuerzas externas, haciendo que el descontento parezca una interferencia en lugar de un fenómeno arraigado en la vida cotidiana. Este enfoque permite que incluso los problemas comunes de gestión social se traten como amenazas a la seguridad nacional, legitimando intervenciones que, de otro modo, parecerían excesivas.
La filosofía que subyace a esta política se basa en el "concepto de seguridad nacional integral" desarrollado por Xi Jinping y anunciado oficialmente en 2014. Este paradigma extiende el alcance de la seguridad mucho más allá de la defensa militar o la estabilidad política, abarcando ahora las esferas cultural, social e incluso psicológica. Cada aspecto de la vida colectiva puede abordarse como un asunto de seguridad nacional si el Estado lo considera oportuno. La combinación del informe Xinhua, que define la amenaza, y la campaña de la Administración del Ciberespacio, que la combate, encarna esta visión integral. La gestión de la vida social se incorpora así a las políticas de seguridad nacional del gobierno, que considera el control de las emociones colectivas un medio esencial para mantener la estabilidad política.
Las consecuencias prácticas fueron inmediatas. El primer día de la campaña, Zhang Xuefeng, un asesor educativo seguido por 65 millones de personas en las principales plataformas chinas, vio todas sus cuentas bloqueadas sin explicación oficial. Zhang había forjado su popularidad ofreciendo consejos pragmáticos y a menudo cínicos sobre cómo desenvolverse en el sistema universitario chino. Sus máximas, como «una buena puntuación en el gaokao (el examen nacional de acceso a la universidad) importa menos que una buena estrategia de solicitud», resonaron entre millones de usuarios porque describían acertadamente un sistema en el que el mérito formal supera la capacidad de saltarse las reglas. Ese mismo día, Hu Chenfeng, un comentarista político con más de diez millones de seguidores, también fue suspendido. Hu había introducido una distinción entre los usuarios de «Android» (pobres, nacionalistas y conservadores) y los de «iPhone» (urbanos, adinerados y cosmopolitas de ciudades costeras). Esta taxonomía expuso las profundas divisiones de clase en la sociedad china. Sin embargo, para Pekín, las divisiones de clase solo pueden existir en sociedades que practican la «democracia al estilo occidental». Admitir públicamente tal división significaría reconocer que el progreso económico ha producido desigualdades estructurales que alimentan el resentimiento y, por lo tanto, es mejor silenciar a quienes las describen.
La vaguedad de los criterios de aplicación es un elemento clave del mecanismo. La declaración de la Administración del Ciberespacio no ofrece definiciones precisas de qué constituye una "exageración excesiva" del pesimismo ni una "incitación maliciosa" al antagonismo. Esta vaguedad es intencionada. Impulsa a las plataformas digitales a adoptar la mayor cautela posible, es decir, censurar preventivamente cualquier contenido potencialmente problemático. Es mejor eliminar demasiado que muy poco. El resultado es un sistema en el que la definición de lo que se considera una expresión "legítima" depende completamente de la discreción de quienes supervisan las plataformas. Periodistas, editores y creadores de contenido dudan antes de publicar cualquier cosa que siquiera roce las categorías prohibidas, mientras que las plataformas aceleran la eliminación de cuentas y publicaciones para demostrar su cumplimiento. Esta atmósfera de presión se extiende por todo el sistema de información de China, transformando el discurso público sin necesidad de intervenir en cada caso individual. De la suspensión al naufragio del sueño chino
El clima social que exigía, en opinión del régimen, una campaña contra las emociones negativas tiene sus raíces en las profundas transformaciones económicas en curso. Durante décadas, la sociedad china funcionó según lo que el antropólogo Xiang Biao definió como un mecanismo de "suspensión". Trabajadores migrantes, jóvenes profesionales y familias que se desplazaban del campo a la ciudad aceptaban condiciones de vida precarias y enormes sacrificios a cambio de la promesa de un futuro mejor. Esta suspensión del presente, esta capacidad de posponer indefinidamente la gratificación personal en nombre de un futuro mejor, constituía la base psicológica del modelo del régimen. La gente vivía en un estado paradójico, resignada a las dificultades del presente, pero convencida de que el futuro ofrecería mejores oportunidades. Esta combinación, a pesar de coexistir con el conflicto y el descontento, contribuía a mantener cierto equilibrio, ya que el optimismo hacía aceptables los sacrificios y el crecimiento económico constante seguía alimentando la esperanza. El mecanismo continuó así, reforzándose, hasta que se quebró.
Los últimos datos económicos presentan un panorama marcadamente diferente de las narrativas oficiales de progreso imparable. La producción industrial se ha desacelerado drásticamente, mientras que las exportaciones se contraen y la inversión se ha desplomado, señal de que las empresas prefieren acumular efectivo en lugar de expandirse. El sector inmobiliario, que durante dos décadas ha sido el principal vehículo de acumulación de riqueza para las familias de clase media, continúa largándose como un peso muerto. La situación va más allá de una fase recesiva normal destinada a remitir y es, en cambio, el resultado de una transición de un crecimiento rápido a un estancamiento a largo plazo. La gente lo está sintiendo en su vida diaria, lo que se traduce en un consumo más prudente y un aplazamiento de las decisiones de gasto.
La disminución de las expectativas ha impulsado lo que en chino se conoce como neijuan, traducido al español como "involución". El concepto describe una competencia cada vez más feroz para obtener resultados cada vez más modestos. En la fase final, se ha convertido en un círculo vicioso, donde el esfuerzo adicional no ofrece una oportunidad real de mejora y sirve principalmente para evitar quedar rezagados. Un ejemplo concreto proviene de los clústeres industriales a las afueras de Pekín, donde pequeñas y medianas empresas textiles compiten por los escasos pedidos de exportación en la plataforma Alibaba. La empresa que ganó los contratos en el último trimestre logró cerrar las cuentas con un margen de beneficio de tan solo el 1,3%, indicio de una cadena de suministro cada vez más desequilibrada. En las etapas iniciales, los proveedores, en su mayoría empresas estatales, han fortalecido y aumentado su poder de negociación, mientras que en las etapas finales, las grandes marcas extranjeras están ampliando los plazos de pago, trasladando los riesgos y los costes a los eslabones intermedios. Los fabricantes medianos, atrapados entre estas dos fuerzas, ven disminuir su capacidad para influir en los términos de intercambio y acaban adoptando una única estrategia: resistir reduciendo los márgenes y esperando que sus competidores caigan ante ellos. Esta dinámica recuerda al juego de cartas Guandan, que se ha convertido en un ritual entre los ejecutivos y empresarios chinos: cuando la mano inicial es desfavorable, todo lo que queda es permanecer en la mesa y esperar un cambio de fortuna.
Este deterioro de las perspectivas materiales ha tenido profundas repercusiones en la reproducción social. En 2024, nacieron 9,5 millones de niños en China, una cifra ligeramente superior a la del año anterior, pero aún la segunda más baja desde la fundación de la República Popular. La tasa de natalidad continúa descendiendo drásticamente a pesar de los incentivos gubernamentales y las campañas de propaganda que instan a las parejas a tener más hijos. La resistencia a la procreación se debe a consideraciones materiales muy concretas. Criar a un hijo en las metrópolis chinas requiere recursos considerables, desde la compra de un apartamento hasta los costes de la educación privada necesarios para mantenerse competitivos, pasando por el coste de la atención médica. Los jóvenes profesionales que trabajan "996" horas, de 9:00 a 21:00, seis días a la semana, definen su condición como "yizu" o "tribu de hormigas": migrantes con estudios, abrumados por el trabajo y obligados a una existencia precaria en ciudades de primer nivel. En un entorno donde el espacio es escaso, el tiempo limitado y el trabajo extremadamente competitivo, las decisiones importantes se abordan con extrema cautela, como si cualquier error pudiera moldear irreversiblemente el futuro. En vidas tan comprimidas, los compromisos a largo plazo, como el matrimonio y los hijos, terminan pareciendo el riesgo de subirse al tren equivocado, con la sensación de que una vez a bordo, no hay forma de bajar.
El léxico de la rendición y las subculturas de la supervivencia
Ante la progresiva restricción de las oportunidades vitales, han surgido formas culturales que transforman la incomodidad en lenguajes compartidos. Entre ellas, el término que ha cobrado mayor resonancia es "tangping", que literalmente significa "acostado". Originario de 2011 en un subforo de Baidu dedicado a la misogamia, la aversión al matrimonio, permaneció marginado durante años, hasta que una publicación titulada "Tangping es justicia" lo puso en el centro del debate público en 2021. La idea expresa una reacción calculada a un sistema percibido como cerrado, en el que el compromiso ya no abre perspectivas reales. En este contexto, reducir las expectativas, el nivel de vida y evitar la raza aparecen como estrategias de protección. Una máxima frecuentemente citada entre los defensores del tangping afirma que "acostado, las cebolletas son difíciles de recoger". En la cultura digital, las cebolletas, "jiucai", se refieren a la gente común, siempre en riesgo de ser "esquilada" por el capital y el Estado. Acostarse significa dificultar esta retirada y afirmar la decisión de no participar en el juego.
El fenómeno incluso ha generado una doctrina propia. El llamado "Manifiesto Tangpingista", un texto anónimo que ha circulado en línea y ha sido traducido al japonés y al inglés, resume un conjunto de opciones que van desde evitar la compra de una casa o un coche hasta rechazar el matrimonio y los hijos, pasando por la decisión de minimizar el consumo de bienes materiales, escapando así a la lógica que convierte a las personas en meros generadores de ingresos para otros. Este enfoque evoca inmediatamente el fenómeno similar de la "generación Sampo" surcoreana, que creció con la idea de renunciar al noviazgo, el matrimonio y los hijos. Este concepto se fusionó posteriormente en Corea con el término más amplio de "generación N-po", donde N indica el creciente número de objetivos tradicionales abandonados. En Japón, la llamada "generación Satori" adoptó el nombre de iluminación budista, convirtiéndose en una etiqueta para los jóvenes que se perciben alejados de los deseos materiales. En Estados Unidos y Europa, se la denominó en cambio la "gran resignación". A pesar de sus diferencias, estos fenómenos transnacionales comparten un mismo fundamento: la decadencia de la promesa de movilidad social que impulsó a las sociedades industriales avanzadas en la posguerra. China entró en este panorama global de poscrecimiento una generación después que Occidente, pero de forma más abrupta.
Además, el tangping chino presenta ambigüedades que dificultan su definición. El autor anónimo lo describe como un rechazo radical al orden existente, poblado por individuos que ridiculizan cualquier intento de integración institucional y no se preocupan ni por los elogios ni por las críticas. El aforismo «quien se acuesta, se levanta, quien se levanta, gatea» invierte la retórica habitual y sugiere una forma de dignidad que se encuentra precisamente en el abandono de la competencia. Sin embargo, en la práctica diaria, muchos adeptos interpretan el tangping de una manera mucho menos ideológica: no buscan cambiar el sistema, simplemente lo consideran hostil y buscan limitar los daños, incluso a costa de aceptar cierta marginación como condición para estar menos estresados. Como escribió el novelista Cao Kou en el prefacio de un libro de Wei Sixiao, alguien que escucha «¿por qué no buscas trabajo?» se encuentra en una situación diferente a quien escucha «¿por qué no vas a trabajar?». En el primer caso, la persona ni siquiera tiene un trabajo potencial; Han parado antes incluso de entrar al mercado laboral y no tienen adónde recurrir. En el segundo caso, sin embargo, la persona probablemente tenga una posibilidad real de encontrar trabajo, pero decide deliberadamente no hacerlo. Se encuentra en un estado psicológico en el que podría trabajar, pero decide que no quiere. La pobreza la atormenta, pero no la arrastra a la depresión, porque cierta alegría o felicidad la sigue impulsando hacia adelante.
Junto con el tangping, se ha desarrollado el término "runxue", que literalmente significa "prepararse para huir" o huir de China. Incluso existe una página de GitHub dedicada a la "filosofía y metodología integrales" de la huida, con guías prácticas sobre visas y rutas migratorias legales e ilegales. En los últimos tres años, oleadas de migrantes chinos indocumentados han cruzado Latinoamérica y Centroamérica para llegar a Estados Unidos, siguiendo la ruta conocida como "zouxian", un "cruce fronterizo" que a menudo se realiza en condiciones extremas. "Runxue" forma parte de la larga historia de la emigración china, y en su encarnación más reciente se caracteriza por un profundo pesimismo, arraigado en la percepción de que se han agotado las posibilidades de mejora en el país. Así, la esperanza se proyecta hacia un "exterior" imaginario, percibido como el único espacio donde las reglas podrían ser diferentes. El ejemplo literario recurrente es Ye Wenjie en la novela de Liu Cixin "El problema de los tres cuerpos", tan afectada por la Revolución Cultural que recurre a una humanidad alienígena para escapar del mundo que conoce. Menos extremos, pero con una lógica similar, quienes practican el "runxue" depositan sus esperanzas en un mundo del que a menudo tienen un conocimiento limitado. La elección es reveladora, ya que irse no garantiza mejores condiciones, y para un número creciente de personas, la salida no implica ir al extranjero, sino una forma diferente de posicionarse dentro de la sociedad china. Para muchos, de hecho, el "runxue" no los lleva al extranjero, sino a la búsqueda de salidas dentro del sistema, como una afluencia récord en los exámenes de admisión a la función pública o la mudanza a ciudades de segunda y tercera categoría donde el costo de vida es más asequible.
Las autoridades respondieron a estas subculturas con una represión cada vez más severa. Apenas unas semanas antes del anuncio de la campaña contra las emociones negativas, varios videoblogueros que compartían su estilo de vida desenfrenado fueron eliminados de las plataformas. Cuentas como "Xiao A is Online", "Cybercafé Girl Xiao Qing", "Decade-Old Cybercafé Legend", "Liu Er Gou" y "Xia Lao Er" desaparecieron sin explicación, dejando solo el recuerdo de su contenido, en el que jóvenes sin empleo estable pasaban sus días en línea, aceptaban trabajos ocasionales, practicaban la frugalidad consciente y reducían el consumo al mínimo. "Xiao A is Online", por ejemplo, documentaba una existencia nómada por toda China, viviendo en hostales por 400 yuanes al mes, cibercafés y consumiendo una sola comida barata al día. Según sus seguidores, rechazaba donaciones, no se quejaba y vivía únicamente de modestos ingresos publicitarios, a menudo con una apariencia sorprendentemente tranquila. Douyin y Bilibili justificaron las eliminaciones alegando vagas "infracciones de contenido", sin aclarar cuáles. Al mismo tiempo, los algoritmos comenzaron a impulsar narrativas que ensalzaban la capacidad de "desafiar la adversidad" e instaban a los jóvenes a seguir siendo optimistas incluso cuando trabajaban en empleos mal remunerados.
El equilibrio imposible entre censura y legitimidad
Controlar las emociones colectivas implica necesariamente controlar la infraestructura digital que amplifica su circulación. La Administración del Ciberespacio ha decretado que los rankings de búsqueda y los temas de tendencia representan una verdadera "infraestructura de opinión pública", capaz de dirigir las emociones y moldear las percepciones. Con esta definición, herramientas que en otras circunstancias parecerían simples dispositivos de descubrimiento de contenido se convierten en palancas de intervención directa. Los algoritmos responsables de la visibilidad de las publicaciones y la difusión o contención de las discusiones han quedado bajo un control estatal cada vez más generalizado. Desde 2022, existe un sistema de registro obligatorio que exige a las plataformas revelar sus mecanismos de recomendación. Sin embargo, esta transparencia concierne exclusivamente al Estado, permaneciendo invisible para los usuarios. Las autoridades acceden a los sistemas de las redes sociales, verificando que los parámetros de amplificación prioricen lo que se define como "valores dominantes" y reduzcan la exposición a contenido que se considera que genera conflicto o pesimismo.
El caso de WeChat ofrece un ejemplo concreto de cómo funciona este mecanismo. La plataforma de mensajería y redes sociales más utilizada de China ha modificado sus algoritmos para aumentar la visibilidad de las publicaciones que utilizan palabras clave afines a la propaganda del Partido Comunista, como "unificación" y "las dos orillas del Estrecho son una sola familia", ambas vinculadas a las reivindicaciones sobre Taiwán. Los creadores que incluyen estas referencias en su contenido reciben más tráfico, un incentivo sustancial para adherirse a la línea oficial. Este año, Tencent, la empresa matriz de WeChat, anunció la creación de un "Grupo de Trabajo de Algoritmos de Energía Positiva". El vicepresidente Zhu Dianjun afirmó que WeChat se basa en su red de relaciones sociales para difundir de forma "natural" contenido de alta calidad, presentado como resultado de la confianza que une a los usuarios. Según esta narrativa, compartir contenido confiable se traduce en un "regalo social" que fortalece a la comunidad y, a la vez, limita la difusión de información perjudicial, fomentando un ecosistema saludable donde "lo bueno expulsa lo malo". La insistencia en la espontaneidad, sin embargo, esconde un proceso de ingeniería social cuidadosamente calibrado, porque el llamado "flujo natural" depende de parámetros que premian la conformidad y penalizan cualquier desviación.
La arquitectura de control implementada por las autoridades pone de manifiesto profundas contradicciones. Las "acciones especiales", como la campaña contra las emociones negativas, se repiten según un ciclo predecible y duran unos meses, generando oleadas de cuentas bloqueadas y contenido eliminado, para luego desvanecerse sin abordar las causas subyacentes. Las tensiones económicas persisten, las divisiones sociales se profundizan, las ansiedades individuales se acumulan y el aparato responde reactivando otra campaña. Desde 2016, con la primera operación contra contenidos ilegales como la pornografía y el fraude, Pekín ha llevado a cabo innumerables intervenciones. En 2020, la atención se centró en el entorno digital para menores; en 2024, en el caos de las transmisiones en directo, el abuso de la inteligencia artificial y la "desinformación" difundida por los llamados "medios autónomos". Esta forma de gobernar mediante campañas temporales revela, en última instancia, su propia debilidad, ya que si la censura realmente tuviera la capacidad de resolver problemas, no habría necesidad de repetir las operaciones sin cesar. La multiplicación de las acciones especiales se convierte en una prueba indirecta de ello.
El episodio protagonizado por Hu Xijin, exeditor del Global Times y figura central del nacionalismo de Estado, ofreció una visión poco común de la dinámica interna del control. En octubre pasado, Hu denunció en Weibo el creciente "silencio colectivo" entre las celebridades y, más aún, los funcionarios públicos, quienes ahora se mostraban reacios a compartir incluso contenido trivial en WeChat. Atribuyó este clima a una búsqueda obsesiva de "defectos" y a la rapidez con la que cada palabra puede convertirse en blanco de críticas, un riesgo que pocos están dispuestos a correr. Los usuarios no tardaron en señalar la ironía: uno de los principales propagandistas del régimen ahora describía con tristeza el entorno que había contribuido a crear durante años. El comentario más compartido decía: "Deja de quejarte, Hu Xijin. Tú jugaste un papel en todo esto".
El incidente pone de manifiesto una falla estructural del sistema, pues cuando incluso figuras privilegiadas perciben el discurso del régimen del que forman parte como asfixiante, se hace evidente que el control ha sobrepasado su punto de equilibrio. Reprimir las emociones cotidianas y las frustraciones cotidianas alimenta una sensación generalizada de opresión y acentúa la percepción de un futuro incierto, ya que la brecha entre la "realidad autorizada" y la experiencia vivida genera dudas sobre la solidez de las perspectivas económicas. Esta inseguridad genera comportamientos defensivos: las personas tienden a ahorrar en lugar de consumir, los jóvenes posponen el matrimonio y la crianza de los hijos, y muchas empresas prefieren acumular efectivo en lugar de expandirse. Esta mentalidad de supervivencia trasciende las fronteras de China, ya que comprime la demanda interna y ralentiza un motor económico del que el mundo ha dependido durante dos décadas. Al intentar enmascarar las contradicciones internas, Pekín termina exportando los efectos de su propio modelo de autoritarismo digital.